Georg Wilhelm Friedrich Hegel era insufrible. Recuerdo cómo las clases de filosofía perdieron completo interés en algunas fases de los trimestres, sobre todo al aparecer el idealismo alemán, con Kant a la cabeza. Era uno de los precios a pagar hasta llegar a Nietzsche o Sartre, filósofos que todos los alumnos deseábamos estudiar con ahínco. Pero hasta llegar ahí, tenías que moverte entre el empirismo, el racionalismo y sí, el idealismo alemán, donde aparte de Kant aparecía bien posicionado Georg Wilhelm Friedrich Hegel.
Es precisamente a Hegel a quien le debemos la variación de una frase clásica en latín: Fiat Iustitia, ne pereat mundus, o lo que en el idioma de Cervantes viene a ser Hágase justicia para que no perezca el mundo. La frase original, Fiat iustitia et pereat mundus (Hágase justicia y que perezca el mundo), no nos vale a día de hoy, puesto que al fin se ha hecho justicia y podemos disfrutar de ella.
Brad Edwards estuvo diez años en la liga como safety. Vikings, Redskins, Falcons y Packers son los equipos en los que estuvo hasta que, al no entrar en el roster de los Packers, decidió colgar el casco. Procedente de los Gamecocks de South Carolina, coincidió allí con Sterling Sharpe. Es más, ambos fueron elegidos en el draft el mismo año, 1988; Sterling en primera ronda, Brad en segunda. Y Brad Edwards precisamente creía que había salido tan arriba gracias a Sterling.
“He absolutely made me so much of a better football player. I’d get into a regular game, and nobody’s as good as the guy I’d been going against every day in practice.” (Definitivamente me convirtió en un jugador de fútbol americano mucho mejor. En cualquiera de los partidos que jugaba, nadie era tan bueno como el tipo contra el que me enfrentaba todos los días en los entrenamientos).
Esto pudiera resumir cómo era el potencial de Sharpe en college, pero la cosa no queda ahí. Edwards afirmaba con rotundidad:
“I would line up there in practice in one-on-one drills and try to go against him. And I’d get beat every single day. […] I’d just keep jumping in there and getting hammered by the guy.” (Me posicionaba en los entrenamientos en ejercicios uno contra uno e intentaba enfrentarme a él. Y me vencía todos los días. […] Seguía intentándolo una y otra vez pero siempre acababa recibiendo una paliza de su parte).
Sterling tenía muchísimo potencial, y, siendo elegido por el equipo idóneo, podría demostrarlo sin ninguna duda. Los analistas de aquella época decían que sabía en todo momento en qué lugar se encontraba del campo y que sabía lo que ocurría alrededor. Y no solo entendía el juego, sino que tenía el físico. Tenía las medidas. Tenía la potencia. Ese primer paso conduce a una aceleración tan brutal que quemaba a su defensor en pocas yardas, como bien decía Brad.

Por suerte, siendo uno de los mejores receptores del draft de aquel año, sino el mejor como muchos decían, no fue el primero en ser escogido. Tim Brown, ganador del trofeo Heisman, salió en el número seis y puso rumbo a Los Ángeles Raiders, donde se convertiría en leyenda a pesar de sufrir serios problemas con su rodilla. Llegado el número siete, los Packers escogieron a Sterling Sharpe. Tanto Braatz como Infante estaban de acuerdo en la decisión, no como el año anterior, que ya había causado bastante disgusto en la afición quesera. Sí, hablamos de la elección en 1987 de Tony Mandarich, pero eso ya es otra historia…
Sterling puso rumbo a Green Bay y, desde su llegada, nadie le pudo quitar su puesto de titular. Su primera temporada no fue mala a nivel numérico, pero digamos que fue esa primera temporada la que le costó la cercanía con la gente. Como bien dijo Rob Reischel:
“He never warmed to the fans who wanted to love him like a son.” (Nunca se encariñó con los aficionados que deseaban quererlo como a un hijo)
Tras esa primera temporada algo gris, hubo críticas que hicieron que se cerrase en banda. El Milwaukee Journal le dio una nota de C, suficiente si hiciste la EGB, aduciendo que “Rarely made a big play and his drops were in double digits.” (Rara vez logra una gran jugada y sus pases caídos alcanzan las dobles figuras). Nuestro periódico de cabecera, el Green Bay Press-Gazette, cargó su pluma y dijo de él:
“Sharpe had one of the quietest 55 reception season imaginable. It took him 14 weeks to reach the end zone, one of the few times he did something exciting.” (Sharpe tuvo una de las temporadas de 55 recepciones más discretas que se pueda imaginar. Le costó 14 jornadas llegar a la zona de anotación, una de las pocas veces que hizo algo emocionante).
Incluso Tom Braatz, el General Manager del equipo, tuvo palabras desagradables para él al acabar la temporada:
“Sterling Sharpe has dropped way too many balls for a number one draft choice. There isn’t an excuse for Sharpe not to come in here and be an impact player.” (A Sterling Sharpe se le han caído demasiados balones para una primera selección del draft. No hay excusa para que Sharpe no llegue al equipo y se convierta en un jugador de impacto).
Siempre ha habido críticas, pero en este caso hubo más y puede que quizás más duras. Serás tú, querido lector, quien juzgue si fueron justas o excesivas para el desempeño de la primera temporada de nuestro protagonista.
En definitiva, ¿Estábamos ante críticas excesivas o ante justas valoraciones? No somos quienes para juzgar algo que no pudimos ver tanto como deseamos. Lo que está claro es que todo esto, más algunas críticas más descarnadas, hicieron que nuestro protagonista cambiase y se cerrase en banda. A partir de ese momento, Sterling dejó de conceder entrevistas a los medios y eso afectó en demasía su relación tanto con prensa como aficionados. Afectó de tal manera que, posiblemente, el aficionado del pueblo, el leal quesero, pensó que realmente a Sterling no le importaba lo más mínimo lo que pudiese pasar en la comunidad o en el equipo.
“That’s Sterling.”

Pero Sterling seguía luchando contra esas críticas. Siguió trabajando como nunca y, en su segunda temporada, cogió 90 pases, 35 más que en su temporada de novato. Estaba despegando y el equipo con él, puesto que fue una temporada en positivo, con un 10-6 de balance y habiendo terminado tan solo a un pequeño paso de los playoffs. Sterling se comportaba de una manera profesional con el equipo, justamente lo que se le pide a un jugador, pero a la vez permanecía muy alejado de los aficionados. Con excesivo celo a la hora de trabajar, esto vio cómo daba réditos.
La temporada siguiente fue decepcionante en cuanto a resultados, con un récord de seis victorias y diez derrotas. Si bien el crédito de Lindy Infante y de ciertos jugadores se agotaba, el de otros aumentaba, como era el caso de Sterling Sharpe o del rookie LeRoy Butler. Sterling volvió a realizar su segunda temporada con más de mil yardas de recepción de las tres temporadas que llevaba en la liga, empezando a destacar y a ser el mejor jugador de la franquicia de Wisconsin.
Nos encontramos en 1991 y, si ya en 1990 el equipo fue mal, esta vez tocó fondo con un récord de cuatro victorias y doce derrotas que puso todo patas arriba y marcó el destino de la franquicia. Un giro de timón en el que no se vería afectado un Sterling Sharpe que seguía siendo el máximo exponente de la franquicia, habiéndose quedado a solo 39 yardas de alcanzar las mil por tercer año consecutivo.
Mientras tanto, el presidente de los Packers por aquellos años, Bob Harlan, decidió tomar cartas en el asunto. Rodaron sin titubeos las cabezas visibles, en este caso Tom Braatz y Lindy Infante, los cuales fueron despedidos, no sin antes agradecer los servicios prestados. Claro está que, a rey muerto, rey puesto. Mike Holmgren llegó como entrenador y se hizo un staff de su confianza con gente como Steve Mariucci, Jon Gruden o el gran Andy Reid.
A quien menos costó convencer fue al nuevo general manager. Con carta blanca asegurada y ninguna intromisión por parte del señor presidente, Ron Wolf aceptó el cargo y se embarcó en la ardua tarea de reverdecer los laureles de la franquicia (siempre me encanta contar esto). En la vida siempre hay cambios, y este, sin duda, era uno radical que marcaría el rumbo de la franquicia… como veremos a continuación.
La nueva filosofía de la franquicia, así como la incorporación plena de la West Coast Offense, hizo que los Green Bay Packers mejoraran su nivel. La nueva conexión surgida a través de la desgracia (la lesión de Don Majkowski) entre Favre y Sharpe fue miel sobre hojuelas. Enriqueció a ambos y, sobre todo, demostró que aquella primera elección no fue errónea. Acallaba a los críticos que aún quedaban y demostraba cómo los años de trabajo en la sombra habían traído sus dividendos. Sin embargo, su política sobre las entrevistas, y su política sobre el acercamiento al aficionado, se mantenían.
Aquella primera temporada de Mike Holmgren al frente trajo un balance positivo, y fue un balance aún mayor en lo que a Sharpe se refiere. Amén de ser su primera temporada con más de cien recepciones, superó el récord que tenía Art Monk por aquel entonces, situando la nueva marca en 108, logrando también otros récords de la franquicia durante ese año.
La gente se alegraba, y mucho, de ver cómo el hermético jugador conseguía logros a la vez que el equipo. Pero si bien el equipo había vuelto a la senda del balance positivo con nueve victorias y siete derrotas, la clasificación a los playoffs se había quedado a un paso nuevamente. Habían llegado empatados a la última jornada tanto Packers como Redskins y, aunque perdieron los dos, fueron los Redskins quienes se clasificaron para la post-temporada. Packers perdió contra Vikings y, a pesar de la derrota, ese fue el día en que Sterling superó el récord de Art. La prensa, deseosa de hablar con él y de poner en valor su logro, le estuvo esperando a la finalización del encuentro, pero él no apareció. Prefirió permanecer aislado en otras dependencias del Hubert H. Humphrey Metrodome antes que hablar con la prensa. ¿El motivo? Aún seguía vigente en su memoria lo que ocurrió en su año rookie y pensaba seguir así, ignorandolos lo máximo posible.
A Sterling realmente le daba absolutamente igual lo que se pensase de y sobre él al respecto. Si realmente le importase, no hubiera seguido ignorando a la prensa pero… es lo que había. La prensa, por supuesto, estaba contrariada y preguntaba a sus compañeros:
“That’s Sterling.”

Con Sterling en pleno apogeo en 1993, la franquicia, tras tantos años fuera de los playoffs, logró clasificarse, lo que supuso una alegría inmensa. El pueblo bullía de felicidad y orgullo por sus muchachos. Esa temporada, Sterling volvió a superar su récord de recepciones en una temporada, también volvió a repetir nominaciones. Estuvo nuevamente en la carrera al MVP, fue All-Pro, Pro Bowler… y la lista sigue.
Si esto fuera una película romántica, diríamos que el romance acabó aquí. Usaríamos una frase al estilo de: “¿Sabe lo mejor de los corazones rotos? Que solo pueden romperse de verdad una vez. Lo demás son rasguños.” de Carlos Ruiz Zafón.
En 1994 no se rompió ningún corazón. A principio de temporada hubo indignación más bien, puesto que, según se dice, Sterling se presentó en el despacho de Mike Holmgren y le dijo que se iba. Hubo rumores que decían que cuando se presentó en el despacho fue a principios de la primera game week de la temporada. Se dice también que fue el día anterior al partido cuando acudió a ver a Mike. El caso es que la maquinaria para salvar este escollo empezó a funcionar a todo gas.
Brett Favre había firmado una jugosa renovación y, motivado por ello, seguramente Sterling quería también su parte del pastel. Quería ser pagado en mayor cuantía que el receptor que más cobraba de la liga, según parece. Y la fecha escogida precisamente no ayudó a generar simpatía. Lo que estaba claro es que su contrato databa de 1991, de antes de su “explosión” propiamente dicha. Un contrato por diez años a razón de un total de 15.5 millones de dólares. Fácilmente se puede calcular el anual del contrato. Y, a pesar de los bonus que pudiera tener, como por ejemplo líder en yardas de recepción o líder en recepciones (50.000 dólares si lideraba cada categoría), sus emolumentos quedaban lejos de los mejores pagados en la posición para 1994. Sterling se veía en una situación similar a la que años más tarde viviría en carnes propias otro mago de otro tipo de balón, Scottie Pippen.
En aquella época, Jerry Rice era el mejor y cobraba como el mejor. Sobre los tres millones de dólares recibía. Tim Brown, con 2,75 millones, era el segundo en la lista y le seguían muy de cerca Anthony Milner y Michael Haynes con 2,6 y 2,5 respectivamente. Y si atendemos a los números, Chris Havel, en su columna del 31 de agosto de 1994 en el Green Bay Press-Gazette, lo había clavado titulando:
“Sharpe has legit case, bad timing.” (La causa de Sharpe es legítima pero el momento para plantearla es pésimo).
Porque seguramente, y más aún para sus compañeros, la fecha elegida para reivindicarse no podía ser peor.
El domingo 4 de septiembre, The Post-Crescent traía en portada dos grandes noticias entre varias que copaban su portada. La primera de ellas era el fin de las hostilidades entre China y Rusia. La segunda, ocupando casi la mitad de la portada rezaba:
“Sharpe will play today.” (Sharpe jugará hoy) “Packers, wide receiver come to an agreement.” (Los Packers y el receptor llegan a un acuerdo).
El acuerdo estaba hecho y no fue distracción alguna para el partido ante Minnesota, puesto que al final la victoria se quedó en casa por 16 a 10 con un touchdown del propio Sharpe. Días después, la revisión del contrato se firmó. En ella se estipulaba que Sterling siempre cobraría más que el receptor mejor pagado de la liga. Un dólar más. Por ejemplo, y teniendo en cuenta el contrato de Jerry Rice que hemos visto anteriormente, Sterling hubiera cobrado tres millones de dólares… más uno. Gracias a esta mejora, iba a percibir 2,7 millones en 1994 (1.8 millones en principio y 900.000 dólares más a lo largo de la temporada) y, a partir de 1995, entraría en vigor la modificación contractual.
Por supuesto, después del primer partido de la temporada, fueron preguntados por toda la polémica que había suscitado el movimiento de Sterling y cómo se había puesto en jaque su participación ya no solo en este partido, sino para el resto de la temporada.
“That’s Sterling.”

Por este movimiento, quizás las relaciones establecidas en el vestuario no fueron como antaño. Algo podría haberse resquebrajado. Ciertas confianzas pudieran haberse quebrado. Contaba Brett Favre que:
“My opinion was if you sign a contract, you honor it.” (Mi opinión al respecto es que si firmas un contrato, lo cumples).
Aun así, Brett Favre contó que se acercó a Sterling y le dijo:
“Look, I don’t agree with what you did, but I love you to death and I’ll still throw to you.” (Mira, no estoy de acuerdo con lo que hiciste, pero te quiero con todo mi corazón y seguiré lanzándote el balón).
A fin de cuentas, él mismo afirmó que Sterling le había “salvado el culo” muchas veces.
Años después, Sterling dijo que hacer esto le reportó el dinero suficiente para sobrevivir después de retirarse (aunque claro, se retiró demasiado pronto para disfrutar de ese jugoso contrato) y afirmó sin ánimo de retractarse:
“So anyone who hated me for doing it, they should understand it was nothing personal. Just business.” (A cualquiera que me odie por hacer lo que hice, debería entender que no fue nada personal. Solo negocios).
Quizás Sterling quiso darle la vuelta a según qué cosas tras todo esto. Quizás fue en ese momento cuando sintió la necesidad de devolverle algo a sus fans, a los seguidores. Según cuenta Chuck Carlson, otra de las personas a tener en cuenta cuando se trata de los Green Bay Packers, llegado el momento, Sterling hizo lo que parecía imposible. Los días de asueto, que solían ser los martes, Sharpe se presentaba en las oficinas del equipo y recogía la correspondencia que le llegaba. Los fans le seguían mandando cartas. Estas podían incluir fotografías, palabras de ánimo, cards o coleccionismo en general. Y firmaba autógrafos. Estaba correspondiendo a los cheeseheads y a todo aquel que le apoyase.
Esto, tristemente, parece ser que no duró mucho. A pesar de ir reconstruyendo relaciones durante la temporada, el Milwaukee County Stadium fue testigo del que sería el último partido de Sterling Sharpe como local. Nos situamos en el segundo cuarto y quedan 4:23 para el descanso. Es un primera y diez desde la 48 del campo quesero. El primer down que se ha conseguido es otra de las locuras de Favre, lanzando el balón prácticamente a lo ancho del campo… pero se ha conseguido. Los equipos se alinean y podemos ver cómo Sterling está situado en el slot. Empieza la jugada y observamos cómo se dispone a bloquear al número veinte de Falcons. Se produce el contacto. Casco contra casco y, casi al momento, vemos cómo el ochenta y cuatro de Packers empieza a girarse hacia la derecha mientras cae al verde. Se ha desplomado. Los vítores por la jugada dan paso a un silencio atronador. Las cámaras se centran en Sterling. Los posibles rencores que pudieran haber quedado por lo que pasó a principio de temporada no existen. En esos momentos es cuando se disipan… y Brett es el primero en acudir al auxilio de su compañero. Quizás el más crítico con la decisión que había tomado fue el primero en aparecer en pantalla, arrodillado para ayudar a su compañero.
El resto de jugadores se arrodillan también, muestran respeto ante la situación y cierto grado de sobrecogimiento. Sobre todo, uno en especial. Uno al que había quemado y machacado en la universidad. Porque sí, ese número veinte de los Falcons era Brad Edwards.
Pasado un tiempo de precaución y ante la atenta mirada de los jugadores, staff, periodistas y de los aproximadamente 54.885 espectadores que acudieron al estadio de la ciudad de Milwaukee, nuestro protagonista por fin se reincorporó. El público respiró aliviado y ovacionó a Sterling como se merecía. Casualidades del destino, Andre Rison (quien a la postre acabaría en Green Bay) estaba en Falcons en ese momento. Sterling marchó a la banda tranquilo. Ya no abandonaría el banquillo por precaución en lo que quedaba de partido, pero nadie esperaba lo que se le iba a venir…
A la semana siguiente, Green Bay visitaba a Tampa para enfrentarse a los Buccaneers. Los playoffs estaban en juego. Fue cuando la figura de Sterling se agrandó, ya que en dicho partido realizó un auténtico despliegue de sus virtudes. Victoria y clasificación para los playoffs (gracias en parte también a Don Shula y a sus Miami Dolphins), pero, aparte, 9 recepciones, 132 yardas y 3 touchdowns pusieron la rúbrica a una gran temporada, aunque no fuera la mejor de todas las que había tenido. Estaba en su prime y realmente estaba disfrutando del juego… pero dicha alegría no iba a durar.
Días después del partido ante Tampa, Sterling debía perderse los playoffs. Era un golpe muy duro para él, para el equipo y para los aficionados. Pero el motivo era de peso. Su carrera estaba en peligro debido a una estenosis espinal que se había detectado a causa del partido contra Falcons y de los numerosos placajes que había recibido frente a Tampa. Por supuesto, tuvo opciones para elegir. La ciencia médica en aquel entonces no era tan avanzada y tuvo que decidir entre continuar, sabiendo el riesgo latente de lo que le podía venir, que precisamente leve no sería, o disfrutar de la vida.

Eligió lo segundo y, aunque al tiempo considerase un posible retorno, él estaba satisfecho con la carrera que había tenido, pues la había tenido según sus propios términos y la había finiquitado según sus condiciones. Puesto que él no cambiaría nada de lo que hizo tanto en el verde como fuera de él y, siendo sinceros, quizás no sea tan querido como algunos otros exjugadores, pero es y será siempre respetado. Porque fue siempre él mismo. Fue fiel a sí mismo.
“It is time.” le repetía Kevin Greene a Clay Matthews en aquella mítica final de la Super Bowl XLV. “It was about time.” es lo que repetimos todos los queseros desde entonces.
Y esto nos lleva a 2025.
Porque es, por fin, en 2025 cuando Sterling está en el lugar que le corresponde, y no es solo el Hall of Fame de los Green Bay Packers. Está, por derecho propio, en la vitrina de los inmortales. Sterling Sharpe está, por fin, junto a su hermano, en el Pro Football Hall of Fame. Porque ya era hora de que nuestro ochenta y cuatro estuviera. Ya era hora de que nuestro receptor estuviera junto a otras leyendas del equipo y de nuestro querido deporte.
“I’m the only pro football player that’s in the Hall of Fame, and I’m the second-best player in my own family.” (Soy el único jugador de fútbol americano profesional que está en el Salón de la Fama y el segundo mejor jugador de mi familia).
Esto es lo que decía Shannon Sharpe el día que entró al Hall of Fame y se enfundó la casaca de oro. Y esto es lo que le dijo el día en el que por fin pudo darle la bienvenida a Canton:
“Trust me, I’m in the Pro Football Hall of Fame, the Super Bowl, the All-Pro and what I have going on now in my professional life. This is the proudest moment of my life, the absolute pinnacle.” (Créeme, estoy en el Salón de la Fama del Fútbol Americano Profesional, en el Super Bowl, en el All-Pro y en lo que estoy logrando ahora en mi vida profesional. Este es el momento del que estoy más orgulloso de toda mi vida, la cima absoluta).
Porque aquel del que aprendió todo, esa figura masculina que había sido su modelo a seguir, como era su hermano, por fin estaba donde se merecía. Los Sharpe, la primera pareja de hermanos en la historia del Pro Football Hall of Fame, por delante incluso de unos pujantes Manning.
Sin arrepentimiento alguno por toda su carrera, Sterling Sharpe por fin podrá enfundarse la mítica chaqueta de oro que llevan todos los que forman parte del Hall of Fame.
“Fiat Iustitia, ne pereat mundus” decía al principio… y al final podemos decir que sí, se ha hecho justicia.
